lunes, 26 de diciembre de 2016

La chica danesa

LA IDENTIDAD DE GÉNERO

Einar es un hombre felizmente casado con una joven artista. Él es al mismo tiempo un artista de éxito y ayuda a su mujer a convertirse también en una pintora exitosa en un mundo de hombres. Einar está muy seguro de si mismo y de quien es. Sin embargo, un acontecimiento inesperado y en apariencia trivial va a desencadenar una tormenta en su manera de verse a sí mismo.

Nuestra identidad, lo que somos está asociada a nuestro cuerpo, somos género y nos reconocemos como hombres o mujeres. Vamos creciendo y nos vamos configurando en relación a nuestro sexo. Nuestra identidad está en saber hacer compatible y coherente nuestro yo mental con nuestro yo-cuerpo. Pero no siempre es así. Simone de Beauvoir decía que el género es una construcción social. El género se hace, se construye, no se nace hombre o mujer sino que aprendemos a ser hombres y mujeres, interiorizamos nuestros roles masculinos o femeninos en el juego social. ¿Dónde está nuestro yo, nuestra identidad? Somos mentes y somos cuerpos, ambos configuran lo que somos.No siempre ambas identidades van paralelas o confluyen en un autorelato coherente. Este es el problema de la identidad de género que no siempre va asociada al sexo. Beauvoir tenía razón, por un lado está nuestro sexo: el cuerpo de hombre o mujer que la naturaleza no ha dado. Por otro lado está nuestro género: el rol masculino o femenino que adoptamos ante los demás. Las combinaciones son variadas. Podemos estar bien en relación a nuestro sexo y género, o podemos estar contentos con nuestro cuerpo pero no con nuestro género y puede no gustarnos ni nuestro cuerpo ni nuestro genero. Caso mas extraño es que uno puede no gustarle su sexo pero sí su género. Ahora lo avances en medicina permiten lo que antes era un problema que en muchos casos terminaba en tragedia o se vivía de manera dolorosa. Podemos cambiar nuestro sexo a elección. Y cuando decimos "cambiar" nos referimos a un cambio total del sexo de nuestro cuerpo para acomodarlo a nuestra identidad mental y psicológica que nos permita una identidad de género social adecuada, una autonarración adecuada a nuestro deseo.

Aquí aparece de nuevo una de las claves de la identidad: somos lenguaje. No solo en la medida en que nos hablamos a nosotros mismos sino también cómo hablamos a los demás. Somos narraciones incompletas que se van completando en la medida en que crecemos, vivimos. Somos los autores de nuestra propia aventura de vivir, los escritores de nuestra vida. A diferencia de los libros de papel, el libro de la vida está escrito con hechos, con nuestras acciones, silencios, indiferencias, decisiones, etc.. Somos los protagonistas de nuestro propio relato, pero la pregunta sigue en pie: ¿Cómo es posible que escribamos nuestra vida desde un yo inexistente, que es una construcción social? Si el hombre no tiene esencia, como diría el compañero de Beauvoir, solo existencia, no podemos construir desde la nada: o somos algo previo o no somos nada y tenemos que admitir que somos el producto de otro. Es el viejo problema de Platón: ¿Cómo se puede aprender algo desde la ignorancia, si previamente no sabemos lo que hay que aprender? ¿Cómo reconocer lo sabido?

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