jueves, 27 de septiembre de 2012

¿Principe o Zapatero?

En estas primeras reflexiones sobre la identidad me gustaría iniciar con el ejemplo clásico del filósofo inglés John Locke. 

Locke se preguntaba qué trato recibiría por sus subditos un principe cuya alma se hubiera reencarnado en el cuerpo de un zapatero: ¿sería un príncipe para todos o sería considerado un zapatero a pesar de que él se considerase un príncipe? El problema que aquí se expone es el problema de la identidad personal. Locke pone el dedo en la llaga. ¿Tenemos una identidad intrínseca?, es decir, ¿somos algo previo al nacer?, o, por el contrario, ¿nos construimos nuestra identidad mientras vivimos, con los demás? ¿Somos o nos hacemos?

En la serie de televisión Perdidos (Lost) aparece un personaje con el nombre de John Locke. ¿Quién hay detrás de J. Locke? ¿Un monstruo? ("Lock-monster") Parece encarnar a un hombre malo con el nombre de un filósofo empirista y liberal. "Lo que soy está atrapado" responde Locke a la pregunta que le hacen sobre quien es. El filósofo Locke fue el primero en investigar sobre la identidad al definir el yo como una continuidad de la conciencia. Para Locke la mente nacía vacía, en blanco, que se iba rellenando mediante la experiencia.

La experiencia puede actuar como un espejo en el que nos miramos. No hay nada dentro atrapado, como dice Locke,el de la serie de TV, no el filósofo, sino que nos hacemos especulativamente, reflejados en los otros e imitándolos. Pero los otros hacen lo mismo, nos imitan y nos copian, luego somos copias de copias, en donde nadie es nada sino un mero reflejo.
Narciso se mira en le agua del estanque que permanece quieta y cristalina, como un espejo, y ve el rostro de nadie. Nadie fue la personalidad que Ulises adoptó ante Polifemo para escapar de una muerte segura. Para ser hay que dejar de ser, es la paradoja de la identidad.


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