Abe es un hombre irracional, o eso parece. En realidad es un profesor de filosofía desencantado de haber sometido su vida a una total racionalización. ¿Qué ha pasado? Abe ha intentado hacer de su vida una realización de lo que pensaba, eliminar el abismo que separa la teoría de la práctica- Había que ponerse a transformar la realidad- Por eso Abe había hecho toda clase de trabajos y se había comprometido con asociaciones y organizaciones de ayuda y compromiso social. Abe ha viajado por todo el mundo, pero ahora se siente fracasado y frustrado y se dedica a dar clases de filosofía en la universidad. Su vida no puede estar más vacía. Todo en lo que había creído ahora no tiene ningún valor, pues ha llegado a la convicción de que nada se puede hacer: el mundo es injusto y por mucho que hagamos seguirá siendo así. Abe ha recopilado a lo largo de su vida muchas experiencias, pues la vida, como la filosofía se puede resumir en un solo concepto: la experiencia.
John Dewey dijo que la experiencia significa hacer y sufrir; y sufrir es experimentar placer y dolor en el contacto con las cosas. Abe ha experimentado placer, sin duda, pero el dolor ha sido más intenso, pero no porque él mismo lo haya experimentado en su piel sino en el contacto que ha tenido con él. El dolor le ha sobrepasado y no se ha ajustado a su modelo de mundo, a sus esquemas conceptuales. La experiencia de Abe está rota, fracturada, imposible de recomponer, por tanto, su vida. Abe no quiere sentir, el dolor le asusta, se ausenta de la realidad y se vuelve un objetor de la realidad, un autista consciente. Solo le queda experimentar lo último que al hombre le es dado, la muerte, pero no se atreve. El suicidio es teórico pero no práctico, la idea de matarse es la constatación de su propia fractura interior. Sin embargo, Abe no contaba con una cosa: la amistad y el amor. Ambos, le devuelven a la realidad y le abren una puerta a la experiencia de la muerte, pero no en él, sino en el otro -ahí está su error-. Abe cree que la muerte de un hombre injusto puede hacerle reconciliar realidad y pensamiento. Se equivoca, nunca podemos controlar todas las variables. El azar y la suerte juegan un papel fundamental en nuestras vidas, para bien y para mal. Abe creyó conseguir el crimen perfecto pero solo consiguió, de una manera casual, la mayor de las inusticias y, por tanto, el crimen más imperfecto. En una cosa Abe tenía razón: no hay posibilidad de hacer coincidir la verdad con la bondad, pero no debemos renunciar nunca a conseguirlo. Su renuncia es lo que le convierte en un hombre irracional.